martes, 5 de abril de 2011

signos masonicos.

MASONERIA

               

BENITO JUÁREZ Y SUS ACTOS CÍVICOS


Hoy, una vez más, como desde hace más de cien años, los Hermanos Masones de todo México se han reunido en las plazas, en los parques o en cualquier sitio público que tenga una estatua, busto o alegoría dedicada al llamado “Benemérito de las Américas”, Benito Pablo Juárez García, para rendirle homenaje a ciento treinta y ocho años de su fallecimiento. Hoy, una vez más, los masones se han cobijado bajo la égida de las autoridades municipales, estatales o federales para llevar a cabo un acto cívico, en el que, sin duda, en la mayoría de los casos, tuvieron presencia destacada con algún discurso patriótico, poesía elegiaca o perorata nacionalista refiriéndose al eximio Presidente de la República Mexicana. Hoy, una vez más, se ha cumplido con un ritual cívico y tradicional para honrar a una gran figura de nuestra historia. Yo no asistí. Van dos 18 de julio que no me presento ante la estatua del Patricio oaxaqueño. Ni falta que hizo, con los ojos cerrados les puedo asegurar lo que ocurrió, por lo menos en la ciudad de Orizaba en que vivo: alrededor de unos diez a veinte (o hasta treinta, si somos optimistas) Hermanos de los dos ritos presentes en la región (el Escocés Antiguo y Aceptado y el Nacional Mexicano), investidos con traje o guayabera blanca y pantalón de vestir negro llegaron al Palacio Municipal, saludaron al alcalde y demás miembros de su Comuna, realizaron una marcha hasta la estatua de Juárez (unas cinco cuadras); luego, las dos o hasta tres autoridades masónicas se sentaron lo más cerca del munícipe que pudieron –o les dejaron--, se cantó el Himno Nacional, se hicieron honores a la bandera, se pronunció el discurso oficial (por parte de algún miembro del Ayuntamiento), luego se leyó el discurso masónico… tal vez algún estudiante haya ofrecido una poesía, con el tradicional, consabido y barbitúrico estilo exagerado, barroquista y aspaventoso que se viene enseñando y practicando en las escuelas desde hace setenta años. Luego, la colocación de la ofrenda floral y la guardia de honor de las autoridades municipales al son de la banda de guerra y posterior a ésta, las propias ofrenda y guardia masónicas, donde se lidia a empujones para poder salir en la foto que de todas maneras, jamás se publica en el diario local. Gracias por su asistencia, dice el maestro de ceremonias; se abre la circulación de la avenida –que debía cerrarse para poder hacer el acto—y todos los masones, fraternalmente se despiden, porque es domingo familiar y se van a sus respectivos domicilios, cumplido el encargo cuasi obligado de rendir homenaje a Don Benito… quizás algunos se lleguen a poner de acuerdo para irse a tomar un cafecito, que no está muy distante un buen sitio para degustarlo… y hasta que nos veamos la noche que nos toque en Logia.

No es difícil saber lo que ocurre cada 18 de julio (o 21 de marzo) de cada año. Se trata de una especie de ritual que se promueve a partir de las autoridades locales, en que generalmente se invita a la Masonería del lugar, para tomar parte del mismo. No es de extrañarse: los actos cívicos poseen un formato determinado y reiterativo, del cual los masones no tenemos la culpa. Es algo que se viene practicando desde hace años. Vamos, cuando niño, en la escuela primaria se llevaba a cabo algo similar a lo descrito arriba, cada lunes. El formato de un acto cívico, por lo que vemos, es más rígido, inflexible y ortodoxo que las posturas antiabortistas de la Iglesia Católica. Hay que mencionar, eso sí, que con el correr de los años los actos cívicos se han vuelto más reducidos en tiempo que antaño, cuando los oradores oficiales –que a veces eran hasta cinco—se echaban sendos discursos de hasta veinte minutos cada uno, pues adornaban los mismos con floridas palabras emanadas de la época del romanticismo. Hoy, se dice lo mismo, pero con menos vocablos que antaño.

No obstante, siempre será sano, educativo y enriquecedor el asistir a un acto cívico. Yo ya no lo hago porque, como señalé arriba, suele llevarse a cabo el mismo ritual repetitivo y chocante. Además, porque, y esto es algo que jamás he ocultado entre mis Hermanos Masones, yo no soy juarista.

En la Masonería mexicana ser juarista es un deber y casi un dogma. Cuando alguna vez solté a bocajarro que no comulgaba con el juarismo que se pregona en las Logias, casi soy linchado y más de uno de los “viejos” masones, si bien paternalmente, intentó conminarme a reconsiderar mi postura, hablándome maravillas de Benito Juárez y la heróica generación de la Reforma de 1859. Con bellos y categóricos argumentos histórico-sociales, más de uno ha intentado convencerme de mi “error” y de que Juárez es la máxima figura en la historia de la Masonería Mexicana. Y así debe ser: no conozco logia que no tenga un cuadro, busto, imagen, afiche o repujado de Benito Juárez, si es que no lleva el nombre de éste personaje, o se encuentra en una calle, o colonia del mismo nombre.

Mis razones muy personales tengo de porqué no soy juarista, aunque he de señalar que tampoco me considero admirador de los conservadores mexicanos decimonónicos. Y esto hay que aclararlo, porque generalmente tenemos la idea de que quien no está con nosotros, está en contra nuestra; es decir, llevamos al extremo la idea de una dualidad perenne en todos los aspectos de la vida. No me considero juarista, pero tampoco admiro a Miguel Miramón. No obstante, hay quien cree que el que no le reza a Dios es porque le reza a Satanás. Así de irracional es nuestro planeta. No soy juarista, aclaré con oportunidad a los Hermanos de Logia, pero son institucional. Lo que quiere decir que amo profundamente a la Orden Masónica que estoy dispuesto a apoyarla, yendo a rendir homenaje a un mexicano ilustre, aunque no comulgue con su ideario, sus obras o sus acciones. Además, el hecho de no ser juarista no quiere decir que no reconozco la enorme importancia de Juárez en nuestra historia, para bien o para mal.

Los actos cívicos que cada 21 de marzo o 18 de julio, en apariencia, están dedicados a fomentar entre la niñez y la juventud mexicanas, el sentimiento de patriotismo, de amor al terruño, a rendir homenaje, agradecimiento y recuerdo a todos aquellos mexicanos que ayudaron a forjar nuestra Patria. Así debería ser. Lamentablemente, son pocos los jóvenes que asisten de manera voluntaria a los actos de ésta naturaleza: o se ganan un punto en tal o cual materia por asistir, o les bajan dos o tres si no asisten: la educación, entonces, se sigue basando en el estímulo-respuesta del premio o castigo. Bien si vas, malo si no vas.

En cambio, debería fomentarse entre la niñez y la juventud mexicanas el estudio por la historia, por saber de dónde venimos como mexicanos y hacia dónde vamos. Estimularlos, con el ejemplo de figuras como Juárez, a que si un humilde pastor ovejero de Oaxaca pudo llegar tan alto y cambiar profundamente nuestro país, ellos también pueden. Animarlos a ser gente pensante, a ser como Juárez, o como Hidalgo, o como Morelos, o como el héroe nacional que se quiera. Incitarlos al estudio, a la lectura, a la transformación de México. No con discursos tipo Javier Aguirre del “pasemos del Sí se puede al ya se pudo”, porque esos son disparates sin sentido de alguien que nada más esperaba que el Mundial de Fútbol se acabara para poder regresar a España; sino con el ejemplo, bien cimentado de nuestros héroes, con el conocimiento de nuestra historia, de que hubo gente que pudo cambiar el statu quo y transformar a la sociedad entera.

Critico esos actos cívicos donde se exalta la figura de un patricio, de un héroe, de un adalid mexicano e inmediatamente nos damos la media vuelta y lo olvidamos. Critico los actos en que se asiste sólo por cumplir con un ritual añejo, anacrónico y oficialista, o para quedar bien con una autoridad a la que no somos capaces de exigirle mejores resultados a favor de la ciudadanía. Critico los actos en que se obliga a los niños y a los jóvenes a asistir y a permanecer treinta, cuarenta o hasta sesenta minutos bajo el sol escuchando a personas que ni siquiera los saludan en la calle. Critico esos actos cívicos en que se nos echa en cara que hubo personas ilustrísimas y encumbradas de nuestra historia que fueron capaces de cambiarlo todo, pero sin la garantía de que vuelva a haberlas. Critico esos actos en que es más importante la fotografía en el periódico que el mensaje del discurso. Critico esos actos en que los Masones accedemos a que nos den “atole con el dedo” invitándonos, dándonos un asiento al lado de la autoridad –de cualquier nivel--, otorgándonos un discurso… para que nos quedemos callados ante las injusticias, ante los excesos, ante la evidencia de que nuestro país está enfermo y necesita tratamiento urgentemente y cuya medicina podemos suministrársela si no nos cegara la soberbia de salir al lado de la autoridad… si no nos cegara el orgullo de haber sido tomados en cuenta para dar un discurso… si no nos cegara el empecinamiento y la terquedad de seguir rindiendo pleitesía a un cadáver, teniendo en nuestras manos el sagrado deber de formar más hombres como Benito Juárez, en cada uno de los niños de México.


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